viernes, septiembre 05, 2008

A través de la ventana.

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Un ayer estaba justo aquí, sentado, observándote en medio de un atardecer más. El sol me iluminaba media cara y el cielo se tornaba en mil y un colores, reflejando solo tu cálida sonrisa.

Yo seguía mirando y contemplaba entre parpadeos incesantes esa imagen difuminada tuya, perdida en un espacio lejano y vacío que nos dividía. El mismo que ahora nos divide.

Sin querer encontraba formas etéreas entre nubes, con un fulgor muy especial que cubría el horizonte, con toda esa magia y color del resplandor que develaba tu mirar.

Ahí también habían historias. Historias indelebles e inconexas nuestras que no tenían principio ni final, solo estaban ahí, contenidas en un montón de aire esperando ser rescatadas por una realidad.

Conforme el cielo se apagaba y la luna se asomaba, pude encontrar en la esquina de una constelación tus más profundos secretos, tus temores y debilidades, dentro de esa bóveda celeste que era como un acertijo de tu corazón.


El tiempo pasaba lento y seguía buscando entre mares de estrellas las piezas que completaban cada parte de ti. Cada parte que cada vez se tornaba más confusa e inaccesible.

Y fue así, con una estrella fugaz como te perdí, te desvaneciste entre un cielo negro, un deseo de anhelo y destellos de luz que adornaban la ciudad, sin dejar rastro, solo una luna brillante como testigo silencioso.

Hoy, sigo aquí. Sentado, buscándote a través de la ventana en una madrugada más, acompañado de melodías de viento y grillos que componen la rapsodia de mi pesar, esperando en algún momento volverte a encontrar.

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