sábado, agosto 08, 2009

Una historia sin fin.

No me verías nunca así, ni nadie, pero sucede que contigo, se me mueve el suelo. Soy débil, mucho muy débil aunque a veces no lo notes, y aun sabiendo fingir estas cosas.

Desde un principio te lo advertí, aunque muy a mi manera, pero bien sabías que podía pasar, por eso ignoraste más de mi, porque sabías que me iría, por ese miedo a enamorarte de una ilusión te refugiaste en tu cortina de fortaleza, matando todo lo que pudo haber seguido en esa historia, que ahora hemos dejado a medias.

Pero inocentemente eras tú la que quería retarme, y las cosas se invirtieron, terminé desafiándote con aquel jüego de miradas que finalmente ya no querías, ya no podías continuar, dejándote delatar por esa vulnerable mirada de silencio dulce.

Y esque ya no encontraba la manera de explicarte; en sí, ya no habían más palabras, ya no hubo lugar para ellas, hasta que entendí que era ese silencio mi mejor aliado. Era la puerta a tu corazón.

Ahora que lo pienso, yo no era el débil aquí, al menos no como tú.

No quise. Era el lugar, el momento, pero no lo mejor, para ambos. Pudo haber sido contraproducente y es por eso que también yo me aferré a la realidad, evitando dar el siguiente paso. Por eso una vez afuera, bajo ese cielo negro tapizado de estrellas, fingí haber olvidado lo que te iba a decir. No era algo con palabras.

Ahora lo sabes.

No era más que eso. Sencilla y únicamente eso.