sábado, noviembre 27, 2010

Credo.

Para no dejar cabos sueltos...


Creo en la fotografía, como espejo de la verdad, como la forma de aislar la realidad de una porción de ella misma que pasa inadvertida entre la inmensidad de la vida; como la pureza del alma, como transporte a la eternidad para consagrar besos e inmortalizar sonrisas; como la manera más visual de desenmascarar sigilosamente los peores vicios y defectos morales del ser humano; como tu potente aliado y confidente en la busca de la verdad, como visceral revelador de personas en películas monocromáticas.


Creo en la música, como medio alterno de transporte que no va sobre ruedas, como forma de conectar espacio y tiempo, épocas interiores y exteriores, para ubicar momentos; como mejor amiga de algunas lágrimas, como catalizador para desechar tiempo pasado, pero también como medio de conquista a futuro; como el mejor invento de las serenatas para converger cables internos, como el mejor pretexto para hacerlo y decirlo, como camino del valiente, o como la eterna ilusión.


Creo que la aviación, como el mejor potencializador de sueños, como medio para conocer cosas increíbles que no están en ningún lugar en especial; como forma de unir mundos; como el mejor remedio de quitarse la costumbre de ver límites de ver calles, edificios, gente, para perder la visión en lo intangible, en lo surreal, en lo infinito; como el mejor modo de estar en el firmamento sin visitar a San Pedro, como la mejor armonía entre la ciencia y el arte para despegarte del suelo; como la forma de no bajarte el cielo, la luna y las estrellas, pero acercarte a ellas.


Creo en los sueños, como la mejor forma de nunca terminar de contar ovejas; como la posibilidad infinita de estar aquí y en todas partes, de perderte, de volverte loco para tí mismo, de ser egoísta con el mundo sin afectar a nadie, de contarte secretos para ti mismo y revelarte los que no sabías, de llenar tu cuarto de hadas; como la forma de crear historias o terminarlas y quedarte con las que te gustan, o simplemente volver al punto de partida; como la única manera de hacer la mejor película de tu vida con tus ingredientes favoritos; como grandes consejeros en la toma de decisiones, como el nido de proyectos posibles e imposibles que retan en hacer la vida interesante; como la fórmula perpetua de vivir dos veces, de dos maneras diferentes.


Creo en las letras, como mi válvula personal de escape; como dosificador de emociones; como el fuego que quema, pero no mata; como la melodía más sigilosa, conductora de verdades que muchas veces me sobran decir; como el oxígeno de muchas de mis noches que de otra forma no podría encontrar, como la fascinante poesía de los sentidos trazada en una leal hoja de papel que la resguardará con recelo por toda su existencia a pesar de sus arrugas; como la perfecta bóveda de misterio, hablando demasiado sin pronunciar una sola palabra; como el brebaje mágico para contar historias y escojer vivir algunas; como potente creador de ejércitos de versos que conspiran a mi favor; como simplemente la forma de no encontrar las palabras, y volver a empezar.


Creo, que creo en el amor.


Reality is wrong. Dreams are for real.


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