domingo, septiembre 20, 2009

Causalidades.

En alguna nota pasada escribí algo sobre el destino y culminé con esta frase:

"El destino está para saltártelo, y cuando lo haces te das cuenta que ese salto estaba en el destino."

Me quedé pensando.



Vaya, es algo que nos ha intrigado desde siempre, y el meollo de todo esto es que sí, en efecto, haciendo a un lado los horóscopos, la astrología, la ley de la atracción, matemáticamente se puede predicir un futuro a corto plazo, pero de una manera limitada, porque hay cierto punto donde interviene la voluntad, y es algo que a diferencia de los demás factores no se puede calcular, ¿o sí?

Y de ser así, los animales y demás seres vivos que no poseen voluntad ¿tendrían entonces un destino mas certero? Aclarando que el hablar de un futuro a corto plazo es eso y nada más, pero un destino involucra desde un principio hasta un fin, como un todo, y particularmente específico.

En un ejemplo muy didáctico y callejero podemos deducir que si arrojamos un hueso a un perro hambriento en la calle, sabemos que éste irá tras el premio, incluso podemos calcular -tal vez no tan fácil- cuantos pasos dará hasta llegar al hueso, y lo que pasará si nos acercamos en ese momento. Aun así, aquí no podemos hablar de esto como un destino, porque fue determinado por el factor fisiológico del hambre y el efecto instintivo de ello. Simple. Causa-Efecto.

Y aqui es dónde encontramos otra pieza ineludible del rompecabezas, el factor instinto, que es lo que nos divide del resto de las cosas vivas en el planeta. Nuestro amigo perro corrió tras el hueso arrojado por mero instinto. Y el instinto es algo que de cierta manera es más predecible en números que la voluntad, porque ya está determinado por "chucho", o como sea, está en los genes. Es gracias a eso que todos los animales cumplen con su proceso y ciclo de vida, instintivamente saben lo que hay que hacer para sobevivir y mantener la especie, ¿¿pero la voluntad?? ¿¿Es predecible de alguna manera? Claro sin entrar en materia religiosa.

De ser así, inexorablemente estaríamos hablando de que toda nuestra vida está inmersa en una perfecta ecuación donde todo va a llegar a un fin de acuerdo a los medios, todas nuestras acciones estarán determinadas y forjadas por las anteriores y así consecuentemente hasta llegar a donde debemos llegar. En cada movimiento, en cada centímetro cúbico de aire que se mueve a nuestro alrededor, estaría contribuyendo ecuacionalmente a llevarnos a realizar actos, con los que desarrollaremos momentos, actividades, y así hasta completar un ciclo de 24 horas, consumándonos en nuestro propio reloj de arena.

Así que para meterme a hablar siquiera de controlar la voluntad humana tal vez entraríamos ya en materia más sofisticada, términos de psicología inversa, ingeniería social y demás. Tonces mejor aquí me quedo. Lo que sí es un hecho es que en algún ayer también fuimos dominados por ese instinto visceral e irracional, que ahora hemos transformado a esa libertad incondicional que nos otorga la voluntad. La voluntad de elegir un helado de fresa o de vainilla, de eligir una playera o una camisa, de dar un beso en los labios o en la mejilla, todos esos detalles que hoy por hoy nos dan identidad propia y nos colocan en la cúspide de nuestra existencia.

Tal vez el destino solo existe para aquellos que no se cuestionan en ello, los que simplemente van a la deriva, como agua en cuesta abajo del río, sin ofrecer resistencia alguna, pero los que creemos tal vez modificamos ciertas partes de este gran sistema en un esfuerzo de ser diferentes.

Es solo un tal vez.

Y es aquí, en éste "tal vez" donde nos damos cuenta de que terminamos, justo como empezamos.
Going back to the beginning.

Gran aportación a la humanidad. Snif.

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