miércoles, marzo 25, 2009

Intimidades pasajeras en autobús.

Muy interesante como en un momento tan accidental como ocasional puedes a la par, compartir cierta, o mucha intimidad con una persona, desconocida.

Intimidad visual.

Intimidad que finalmente gracias a mi desarrollado antipudor, me viene valiendo madres, al menos en la mayoría de los casos, ya que finalmente puedo babear la almohadita, quitarme los zapatos y desabrocharme el pantalón, estando acompañado, o no.

Pero desde el punto de vista de otra persona, de una fémina, digamos del mismo rango de edad, el esquema tiene otro enfoque, otras contradicciones y prejuicios, por lo que puede ser bastante delicado para ella compartir ese momento que implica "dormir juntos", dependiendo evidentemente de la sensibilidad de la persona en estas circunstancias. O bien, la otra cara de la moneda sería ofrecerle de tus choco krispis ranceos y entablar una amena y amistosa plática que perdure hasta el fin del recorrido.

Pero cuando no es así, específicamente, el hecho de dormir juntos en un asiento compartido en el autobús involucra muchas veces más de lo que uno puede esperar. De primera instancia, ella sabe que una vez al quedarse dormida, tratándose de un largo viaje en este caso, tendrás acceso a ver y escuchar todo de ella, desenmascarando aquellos malos hábitos o vicios narcolépticos que una no desearía compartir con un ser desconocido.

También hay veces en que al coincidir al dormir a contracara puedes percibir la mirada directa y sin escrúpulos de la otra persona en tu rostro mientras finges un profundo y deleitante sueño, y viceversa, que eventualmente se podría convertir en un coqueto juego de proporciones desafiantes.

Hasta incluso prestando la suficiente atención y con algo de paciencia puedes llegar a conocer, a descubrir ciertos secretos de lo más recóndito de su ser, ya sea por la forma de acurrucarse en el asiento, la fragilidad de su respirar entre sueños envueltos con tintas celestiales, por su forma de gesticular mientras duerme, por el proteccionismo de su territorio (que involucra indudablemente el apañamiento del descanza brazos), y algunos otros destellos delatadores de personalidad.

Todo, con el simple pero artesanal hecho de escuchar y observar.


¿O qué? ¿Hay algo más interesante que hacer al viajar?

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